Las razones del pueblo Octubre, estalló la furia popular.
Con rabia y decisión, pero sin organización: así apareció el pueblo en la calle, rápidamente se extendió en las poblaciones y ciudades de Chile, se formó un movimiento de masas que dio una demostración de su inmenso poder.
Fueron las protestas de los estudiantes secundarios, quienes prendieron la chispa, ante el alza del pasaje del metro, pero los motivos que explican la gran fuerza del estallido son más profundos que los 30 pesos, ya que venían acumulándose durante muchos años.
El primer motivo es el alto costo de la vida. Nos suben el pan, la luz, el agua y el gas, pero nuestros sueldos se mantienen tal cual. La preocupación se convierte en angustia cada vez que no nos alcanza para terminar el mes.
De la mano con el primer motivo aparece el segundo, que es la dignidad negada. No basta con madrugar, haciendo horas extra, trabajando el fin de semana o algún pololito, perdiendo la posibilidad de ver crecer a los hijos. Lo que obtenemos a cambio, son sueldos mínimos, hacinamiento, mala locomoción, malas escuelas, consultorios que no dan abasto, pensiones miserables, poblaciones inseguras.
La respuesta de nuestro enemigo El enemigo del pueblo está conformada por todos aquellos que nos impiden cumplir nuestro objetivo de tener una vida digna.
Son los grandes empresarios que se hacen ricos al apropiarse de los frutos de nuestro trabajo; son los políticos que ganan millones por defender los intereses de los ricos; son los altos mandos de carabineros y de las fuerzas armadas, que están dispuestos a matarnos si es que decidimos levantarnos.
Antes del estallido, ya sabían la tarea que tenían que cumplir para mantenerse en el poder: volver a darle legitimidad a su propio sistema político. Por eso, cuando se levantaron las protestas lo primero que hizo el enemigo fue tratar de sacarnos de la calle por la fuerza.
En las poblaciones fueron los lugares donde se vieron las protestas más encendidas donde la represión cayó con mayor dureza. Policías de civil incendiando supermercados, torturando y violando a las personas detenidas, entre otras fechorías, fueron sólo una pequeña muestra que el enemigo está dispuesto a darnos cada vez que nos levantemos.
El gobierno comienza a anunciar medidas como congelar el pasaje del Transantiago, siendo que lo justo sería bajarle el precio. O “garantizar” un ingreso de $350.000 traspasando recursos del Estado a los empresarios, cuando lo justo habría sido exigir que subieran el sueldo con plata de su bolsillo, no de nuestros impuestos. También anunciaron reformar el sistema de Isapres, siendo que en las poblaciones se atienden por Fonasa; o entregar un nuevo bono familiar, que nos sirve tan poco frente a la constante enfermedad de las alzas. Ni la represión, ni estos anuncios bastaron para calmar la rabia popular.
La siguiente maniobra del enemigo fue crear un “acuerdo” para cambiar la Constitución, el cual fue escrito por los políticos del gobierno y la oposición, con el respaldo de empresarios como Luksic y otros. El acuerdo le ha servido al enemigo para engañarnos y dividirnos. No son pocos los que se han entusiasmado con el cambio de la constitución, olvidando que los motivos que nos hicieron salir a la calle eran otros. Se aprovechan de nuestra falta de organización para golpearnos con sus ideas, instalando que “la paz” sólo se logrará yendo a votar y que los que protestan en la calle son delincuentes, alimentando a través de los diarios y la televisión esa imagen negativa de los pobladores.
El acuerdo les sirve para cumplir su objetivo y darle legitimidad a su propio sistema político, si logran que el pueblo vaya a votar en masa. Por eso Lavín, Bachelet o Camila Vallejo nos llaman a “aprobar”, mientras que Allamand, Kast, entre otros hacen campaña por el “rechazo”. Después, nos pedirán que volvamos a votar por ellos cuando aparezcan como candidatos en las próximas elecciones. Necesitan nuestros votos para gobernar, y así quitarnos el protagonismo que nos ganamos luchando en la calle. Inventan comisiones para acomodarse en el poder, anulando así la posibilidad de que seamos los pobladores quienes decidamos cómo queremos vivir.
La alternativa popular
¿Es posible que iniciativas impulsadas por los enemigos del pueblo puedan mejorar nuestras condiciones de vida? La respuesta es no, porque son ellos justamente los que van a seguir ganando dinero si las cosas se mantienen como están: pueden seguir apropiándose de la riqueza que generamos con nuestro trabajo, pueden seguir haciendo negocios con la plata de nuestras pensiones, de la salud y de la educación.
Este estallido popular nos ha dejado varios aprendizajes. Ya identificamos con claridad quién es y siempre ha sido nuestro enemigo, y no le tenemos miedo. Nos dimos cuenta de la fuerza que tenemos cuando salimos en masa a la calle, y sabemos que no vamos a seguir soportando las injusticias diarias, que durante tantos años aceptamos con resignación.
Difícil saber en qué momento la furia popular volverá a estallar, pero lo que sí sabemos es que la próxima vez debemos estar preparados. Para eso, necesitamos hacer crecer a nuestra Fuerza Pobladora de Chile, sumando cada vez más poblaciones, para que tengamos la capacidad de dirigir las luchas que van a venir, y para que nosotros decidamos cómo mejorar nuestras condiciones de vida.
Porque un pueblo unido, organizado y dispuesto a seguir luchando, se puede transformar en el adversario más poderoso que puede tener cualquier político, presidente o empresario, llamamos a retomar el camino de la protesta y la lucha, pero esta vez con mayor organización, para que así la enorme fuerza que tenemos como pueblo nos permita vencer y alcanzar la vida digna que merecemos.