Entre medio del proceso, la pandemia profundizó la crisis, sumando a la debacle institucional la crisis social y sanitaria, mostrando que el Estado y sus administradores no pueden, ni quieren dar respuesta ni siquiera a los aspectos más mínimos de la vida. A pesar de esto la elite continuó con sus planes, impulsó el apruebo a la nueva constitución y abrió convenientemente su club político a nuevas figuras (a independientes y oportunistas de turno) con el fin de barnizar el proceso con una idea desvirtuada de participación y soberanía popular.
Finalmente, este proceso antipopular termina con una propuesta constitucional ajena y sin importancia para la gran mayoría del pueblo, que la entiende como un capítulo de una política de elite que una vez más definió y decidió para sí misma.
Rechazo y aprobación: 2 caras de la misma moneda
Nuevamente nos llaman a votar, pero esta vez el entusiasmo no parece ser el mismo. Tras más de 1 año de discusiones constitucionales la legitimidad inicial se desfondó. Hoy hacen fila los políticos y las celebridades para declarar que van por el rechazo o para decir que aprobarán, pero para reformar posteriormente. Cada cual propone salidas y mecanismos para evitar que ante cualquier escenario su crisis política se profundice. De alguna u otra forma tendrán que “mantener la pelota en su área”, presentar “cambios” y enrumbar nuevamente su institucionalidad.
Mientras por la prensa se pelean, tras bambalinas comienzan a tramar el nuevo acuerdo post plebiscito de salida. Saben que después del 4 de septiembre tendrán que volver a levantar las manos y firmar un nuevo pacto para encauzar el cambio institucional. Lo que termine saliendo de ahí, con reformas más o menos, estará muy lejos de entregar lo que el pueblo merece y ha salido a exigir: la vida digna. Buscarán nuevos consensos, nuevas normas y leyes, para hacer una simulación de cambios, pero que sólo le darán un nuevo tiraje a un sistema que se seguirá sosteniendo sobre la explotación, la desigualdad y las injusticias para la mayoría popular.
Por eso decimos que rechazo o aprobación son dos caras de la misma moneda, cuya apuesta terminará zanjándose en los pasillos y salones de la elite, donde el equipo titular de la clase política “ajustará” la vieja o nueva constitución a su conveniencia.
Una constitución sin el pueblo y contra el pueblo
Una constitución que fue pensada y diseñada por los mismos que se han repartido el poder durante las últimas décadas sólo puede tener como resultado una propuesta a su medida. Y esta medida no es más que los intereses de la minoría privilegiada que tiene el control del poder y las riquezas. Por eso diga lo que diga el texto constitucional, sea cual sea la promesa que ofrezca, no podrá dar beneficios al pueblo, porque para esto necesitaría acabar sin contemplación ni moderación con los beneficios que hoy ostentan los ricos de nuestro país. Algo que está muy lejos de resolverse con la propuesta constitucional.
Pero también un proceso que excluyó a los pobladores y al pueblo de cualquier instancia de organización y participación resulta ajeno y contrario a las necesidades populares. A pesar de que nos repitan que esta es una constitución democrática, para el pueblo esto no tiene ningún significado mientras no sean sus intereses y su decisión directa la que se vea expresada. La vieja y nueva clase política nos vendió la idea de participación mientras excluían cualquier incidencia real de los pobladores, la que en esta sociedad sólo puede ser expresada desde la organización popular y con lucha en las calles, porque la única forma de generar cambios y mejoras es arrancándoselos con presión a políticos y empresarios.
Luchando con dignidad avanzamos hacia la vida digna
El camino de los pobladores está lejos de la fiesta electorera del 4 de septiembre, y sea cual sea el resultado la tarea será responder con la única herramienta que tenemos los pobres para hacernos escuchar, para exigir y triunfar: la movilización popular.
En septiembre la Fuerza Pobladora no votará, no irá ni por el apruebo ni por el rechazo. Responderá con rebeldía ante la obligación de votar, que parece ser la única herramienta que tienen los poderosos para legitimar su institucionalidad. También responderá con lucha contra las indignas condiciones que el sistema y este nuevo gobierno les ha impuesto a los pobladores. Votar en este engañoso plebiscito seria darle legitimidad a este proceso, para que cualquiera de los bandos termine diciéndonos que “la ciudadanía participó y tomó la decisión”, intentando calmar así las aguas de un descontento que se profundiza ante las alzas, la crisis económica y el fracaso del gobierno.
Nuestro camino y el que proponemos al pueblo es fortalecer la organización y salir decididamente a las calles a confrontar a los que en los últimos años nos han empobrecido aún más, contra los que han alzado los precios de nuestra comida y abrigo; contra los que no han hecho nada para resolver esta situación; contra los que prometen planes habitacionales, pero nos siguen tramitando y dando soluciones miserables para nuestras viviendas y poblaciones; contra los que prometen una nueva salud, pero sólo han profundizado la enfermedad y la muerte mientras la lista de espera crece sin parar; contra los que han dado a nuestros hijos ignorancia y abandono escolar; contra los que nos tienen sumido en violencia e inseguridad.
Este camino de organización y lucha será una y mil veces más provechoso que el engaño constitucional que nos intentan meter a la fuerza, porque nace del pueblo, de sus intereses y aspiraciones, porque es un ejercicio de nuestro propio poder, el único que nos entregará una vida digna y un futuro de justicia e igualdad.
Julio 2022
Fuerza Pobladora de Chile