Mucho auge ha tenido durante los últimos meses las contingencias relacionadas a la seguridad. Desde diferentes medios de comunicación han dado cobertura permanente a situaciones de muertes, robos, asaltos, controles y operativos policiales, y los políticos de siempre han manipulado esta situación para sacar provecho electoral. Sabemos bien que mientras más se acercan las elecciones municipales este discurso demagógico se profundizará y seguiremos viendo a candidatos de todos los colores poniéndose la camiseta de la seguridad pública, con mágicas propuestas, pero ninguna que de soluciones reales al empobrecimiento y la inseguridad que campea en las poblaciones de nuestro país.
Es claro que en nuestras calles y plazas los asaltos, el tráfico de drogas y la violencia se ha profundizado en la medida en que cada día empeoran las condiciones de vida en que vivimos los pobladores. Es más, ante una crisis absoluta de la educación de los sectores populares, ante la falta de empleos, de oportunidades para salir adelante o de apoyos sociales y económicos, se genera el caldo de cultivo para que se profundice la descomposición social y el delito y el narcotráfico como una opción de vida, donde un sector de la población, incluidos nuestros jóvenes, terminan apreciándolos como una vía fácil y rápida de obtener ganancias.
Con todo y como siempre, somos los pobladores los que debemos soportar la peor de las expresiones de estas problemáticas, somos los pobladores quienes carecemos de viviendas y espacios adecuados para vivir, somos los pobladores quienes vivimos al lado de basurales e industrias que contaminan y enferman a nuestra gente, somos asaltados en paraderos y víctimas de portonazos, problemas que aparecen en nuestra cotidianidad y que para la institucionalidad no son más que cifras estadísticas para agitar y justificar la aprobación de leyes y proyectos que no dan solución a estos temas, y en última instancia se utilizan para represión de quienes luchamos por una vida digna y mejor.
En el fondo de este problema, tenemos un Estado ausente y que solo reproduce la desigualdad y la pobreza, y una elite centrada en la acumulación desenfrenada de ganancias, incluyendo en su gran mayoría diversos mecanismo delictivos ejecutados en traje, camisa y corbata. Las mismas personas que están a la cabeza de organismos de seguridad, son quienes durante los últimos años se ven envueltos en casos de corrupción, los mismos políticos que rasgan vestiduras con el problema de la seguridad son los que se roban la plata de ministerios y municipalidades, y los empresarios que exigen seguridad para sus negocios, son los que han transformado la evasión de impuestos y el infame aumento de los precios (ahora de la luz y nuevamente de los alimentos) en uno de los pilares de su enriquecimiento.
Fuera de este falso discurso de preocupación por la seguridad de las personas, las medidas propuestas solo buscan la publicidad fácil manteniendo intacto el problema. Más carabineros en las calles, más cámaras de seguridad y más rejas en los pasajes sólo provoca que nos encerremos en nuestras casas y que permanezcamos pasivos y desunidos. Al carecer y alejarnos de los espacios comunes que el pueblo organizado debe controlar, estos se los termina tomando el delito, el tráfico y consumo de drogas, las peleas y balaceras.
De parte de estos no vendrá ninguna solución. La batalla real y consecuente contra el delito, el narcotráfico, la corrupción y la descomposición social en general es inseparable de la lucha por mejorar nuestras condiciones de vida en los distintos aspectos que esta incluye: viviendas dignas y adecuadas, espacios para la recreación, el esparcimiento, el deporte y la cultura para jóvenes y niños, por una educación de calidad que ponga en el centro el aprendizaje, trabajo formal y seguro, con sueldos suficientes, por un sistema de salud que permita atenciones oportunas.
Pero de la mano con esto, la lucha por seguridad para todos nuestros vecinos, no admite más contemplaciones, y debe actuar con dignidad, firmeza y sin paños tibios, aumentando los castigos y las consecuencias sin matices contra el narco y las bandas delictuales que hoy controlan nuestras poblaciones, que atacan a nuestra propia gente, y que con complicidad de políticos y empresarios mantienen en la marginalidad y pobreza a los pobladores.
La lucha por la seguridad y por una vida digna para todos se enfrentan con dignidad, con más unión, organización y poder de los pobladores. Acá está el único y el más efectivo de los caminos.